obituario

Un gran hombre

  • Francisco Valencia fallece a los 84 años a causa de una grave enfermedad

  • Deja una huella imborrable en el sector del vino y en la Fundación Vicente Ferrer, que marcaron la vida de este “jerezano de pura cepa”, como se definía a sí mismo

Paco Valencia, en su casa de Montealto con una copa de fino.

Paco Valencia, en su casa de Montealto con una copa de fino. / Manuel Aranda

“Mi reto ahora es prepararme para ese último viaje. Un viaje tan largo como ese hay que prepararlo bien. Cada vez tengo que estar más unido a mi mujer, a mis hijos; querer más a mis amigos, al mundo; hacer algo más por los que me rodean y más lo necesitan; devolver parte o todo lo que me han dado”.

Francisco Valencia Jaén, Paco para los allegados, ha fallecido este viernes a los 84 años de edad a causa de una grave enfermedad. Su pérdida deja una profunda huella en su familia, el sector del vino y en todos los que coincidieron con este incansable trotamundos del vino y de la beneficiencia en algún momento de su existencia.

El vino de Jerez y la Fundación Vicente Ferrer marcaron la vida de este “jerezano de pura cepa”, según se definió a sí mismo en la última entrevista concedida a este medio en junio de 2014, un relato plagado de vivencias y emociones de una persona de personalidad arrolladora y firmes convicciones, a la vez que cariñosa y muy humana.

Nieto, sobrino e hijo de bodegueros, Paco Valencia se crió en la bodega de su abuelo Juan Valencia, por la que correteaba de niño, posiblemente soñando con poder dedicarse algún día al sector en el que, a la postre, desarrollaría la mayor parte de su carrera profesional, primero en González Byass y luego en la patronal bodeguera Fedejerez.

“Creo que mi futuro se labró gracias a saber inglés”, confesaba en aquella entrevista, en la que recuerda sus días de becario en Reino Unido, donde además del idioma, aprendió a valerse por sí mismo. Estando en la Escuela de Comercio, ganó una beca y eligió como destino Inglaterra, a la que consideraba la mejor escuela para aprender comercio. Antes de irse, le prometió a su padre que no le pediría ni una sola peseta y el caso es que, “cuando se acabó el dinero de la beca, comía poquísimo y me quedé delgadísimo, pero no pedí ayuda a mi padre”.

Con el inglés ya aprendido, Valencia recibió la llamada de González Byass para incorporarse a la bodega, en la que fue de menos a más, pasando por diversos departamentos, incluido el internacional, para acabar como director general y miembro del consejo de administración aún siendo ajeno a la familia González.

Su mentor en la bodega del ‘Tío Pepe’, que siempre llevó en su corazón, fue Carlos González Rivero –ex presidente de González Byass–, “el hombre más importante en mi vida en todos los órdenes y el empresario más completo que he conocido”. Valencia es reconocido en el sector como un gran relaciones públicas del jerez con una incansable capacidad de trabajo, cualidades en las que se fijó Iberia cuando lo fichó como directivo.

Su aterrizaje en Iberia, paréntesis tras el que retomó la actividad bodeguera, marcó otro punto de inflexión en su vida, pues su paso por la compañía aérea le permitió conocer a Teresa Garrido, ‘Terete’, que al tiempo se convirtió en su esposa. El flechazo sucedió en el primer viaje que realizó Paco Valencia ya de regreso en González Byass, vuelo en el que ‘Terete’, el amor de su vida, iba de azafata y tras el que no volvieron a separarse. De su paso por Iberia, sus amistades recuerdan que se le quedó el apodo cariñoso de ‘Paquito provincias’ en alusión a sus dos apellidos (Valencia y Jaén).

Su siguiente destino profesional fue la presidencia de la patronal bodeguera Fedejerez, cargo en el que sustituyó a mediados de los noventa a Luis García y del que reconocía en la entrevista que fueron años “muy duros”, marcados por los planes de regulación de las empresas y el exceso de stocks de las bodegas.

Su mano derecha en la patronal bodeguera, Juan Luis Bretón, que conoció la noticia de su fallecimiento a través de este medio, recuerda de Valencia que “era un hombre con muchas capacidades y que las supo ejercer muy bien en González Byass, en Iberia y en Fedejerez. Tenía una gran capacidad de trabajo, dotes diplomáticas y veía las cosas en profundidad”.

El director del Consejo Regulador, César Saldaña, sólo tiene palabras de elogio para “una persona fundamental para el sector y en mi carrera, que siempre ha dejado huella con su personalidad arrolladora y con la simpatía que derrochaba”. “Hábil negociador, pero a la vez muy humano y cercano, era una persona muy convencida de sus planteamientos, que defendía sin perder el respeto nunca”, señala Saldaña, no sin lamentar la “gran pérdida” que supone su muerte.

Desde su salida de Fedejerez en abril de 2006, Francisco Valencia se volcó junto a su esposa en labores solidarias a través de la Fundación Vicente Ferrer, cuyo retrato presidía la entrada de su casa de Montealto, tras cuya venta hace unos años hicieron una subasta benéfica del mobiliario para recaudar fondos que destinaron a la construcción de siete casas para discapacitados.

El día que se despidió de Fedejerez, siempre con una copa de fino en la mano, comenzó “el primer día del resto de mi vida”, pero por entonces ya tenía muy claro que su camino discurriría por la senda de la solidaridad.

El amor a la India le llegó al matrimonio Valencia Garrido de una forma muy casual. Un documental sobre el trabajo de la Fundación les removió las entrañas y en ese mismo instante supieron que ahí también estaba su sitio. Apadrinaron a dos pequeñas con la Fundación de Ferrer y al año viajaron al país asiático.

En la entrevista concedida a Diario de Jerez explicaba que “nos encontrábamos paseando por la residencia que allí tienen cuando Vicente Ferrer nos vio y dijo ‘hombre, vosotros sois los jerezanos. Qué suerte tenéis de vivir en Jerez, hay que ver cómo huele una bodega. Si yo volviera a vivir, me encantaría vivir cerca de una bodega en tu ciudad’. Al día siguiente, fui a verlo a su despacho y me cautivó, me cambió”.

Es imposible imaginar la vida de Valencia sin la Fundación. El matrimonio se volcó con la entidad de forma extraordinaria desde el primer momento y cada año hacían al menos una escuela con lo que recaudaban en actos solidarios: “No creemos que se pueda erradicar la pobreza sin escuelas y viviendas dignas”.

En la tumba del ‘father’ (como llaman a Ferrer) una delgada cruz refleja su estrecha relación con Jerez y con este matrimonio. Una cruz hecha por un artesano jerezano y que Francisco llevó tras la muerte de su guía.

En noviembre de 2018 tras su último viaje a la India, el matrimonio declaraba con alegría que “se puede decir que somos abuelos”, puesto que una de las niñas que apadrinaron hace décadas con sólo 2 años, había sido madre.

Su altura era comparable a su calidad humana, su simpatía y saber estar que le han acompañado hasta el final de sus días, incluso en los momentos críticos de la enfermedad que padecía y que supo llevar con gran entereza y dignidad. Descanse en paz.

Las exequias por su eterno descanso se oficiarán este sábado a las once de la mañana en la basílica de La Merced.

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