Hace casi un mes, en esta misma sección, me ocupé del flamenco en verano, de sus festivales y de sus formatos. El transcurso de agosto me deja, no obstante, dos programaciones flamencas que provocan una reflexión nueva sobre el mismo asunto. Se trata, además, de citas que se producen en España, pero fuera de Andalucía. La primera, el Festival del Cante de las Minas de la Unión (Murcia), es muy veterana: tiene siete años más de vida que nuestra cincuentenaria Fiesta de la Bulería. La segunda, Flamenco on fire de Pamplona, tan solo alcanza ahora su cuarta edición. Ambas obtienen una presencia en los medios de comunicación que a otras citas más prolongadas e incluso con un supuesto mayor prestigio les es muy difícil. Se pueden imaginar que es común entre los que estamos en el flamenco o en los medios que nos preguntemos por el fenómeno. Porque es fácil recurrir a una explicación que lo vincule a la sequía informativa de las fechas que, en muchos casos, otorga extrañas repercusiones a asuntos que, en otras, no las obtendrían. En mi opinión eso no lo explica todo, aunque sí algunos dislates que se suelen escuchar. Cosas, esta vez sí, imputables al periodismo estival. Los carteles de los eventos, su atractivo mediático, pueden ser un elemento que juegue a favor, pero tampoco lo termina de justificar. De hecho, en uno de los dos casos me atrevería a afirmar que da casi igual la programación: siempre obtiene similar atención informativa. En el otro, la oferta de este año sí que pienso que conjuga interés y atractivo. Mas por encima de esos componentes, lo que para mí explica el éxito de ambas citas es el fuerte apoyo institucional que reciben, un apoyo que se refleja en todos los aspectos de la organización, su difusión entre otros. No sé si todo esto sirve como ejemplo para nuestras flamencas programaciones. Calculo que poco. Los apoyos se fundan en presupuestos y de eso andamos cortitos.

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